Tres rosas. Y una mas
M uchas veces sucede, de tanto estar viendo pasar la vida no encuentran qué decir. Nada nuevo bajo el sol, salvo, y a veces, alguna que otra aventura. En invierno o en verano, y aun en estaciones intermedias, ocupan aquel banco bajo el ciprés. -Que no son cipreses -solía decir una-, son araucarias. -Les digo que es un ciprés. -Este sí, pero los otros son araucarias. Y así cada día, como si no hubiera nada más a discutir. Y no lo había. No lo hay. Podría decirse que las tres son de una gran belleza, con la belleza que da la juventud. Aunque una ya no es tan joven, sin embargo, en su intento de revivir los momentos felices del pasado suele verse como en aquellos días. Tal vez ayuda la ropa, y ese semblante de una blancura sin mácula, diáfana, etérea. Una de ellas es de pelo rojizo, con pecas en pómulos y nariz; la otra, bien podría ostentar canas, sin embargo mantiene el tono café de su pelo lacio; la tercera, nunca abandona ese mohín de deshacerse los rulos