La histórica lucha de las mujeres 1- Silvia Miguens
La
histórica lucha de las mujeres - Silvia
Miguens
En
cuanto al tema que nos convoca, “La histórica lucha de las mujeres”, cada
vez podríamos ir mas atrás, mucho más de
lo que nuestra memoria nos permite. Por cierto que nuestros conocimientos son y
serán siempre insuficientes. Es razonable y está bien, porque de ese modo seguiremos
investigando y creciendo a la par de nuestra curiosidad. La lucha de las
mujeres en cuanto al género, a ciudadanas y trabajadoras es inagotable y nos
viene desde la noche de los tiempos.
Para variar un poco el tema de mis
trabajos, con la historia más cercana, se me ocurre empezar por Christine de Pizan (1364-1430) nacida
en Venecia y trasladada a Francia los 4 años a la corte de Carlos V, a la que
su padre fue convocado como médico y astrologo. Criada en la opulencia, su
madre se oponía a que estudiara y creciera intelectualmente. Fueron su padre y
más tarde su marido (se casó a los 15 años) los que la alentaron a estudiar, a
escribir y a pintar. Obediente, (la obediencia a veces es buena consejera) se
convertiría en la primera escritora profesional de la historia y gran defensora
de los derechos de la mujer. Todo aquello que en inicio era una excentricidad o
caprichos de niña bien, a los 25
años, la ayudó a afrontar su situación,
la de sus hijos y la madre, cuando murió
su marido, uno de los niños y su
propio padre. Un nuevo matrimonio o el
claustro hubieran sido sus opciones pero sus estudios, e iniciativa, le permitieron dedicar sus escritos de manera
profesional y hacia temas relacionados con la historia,
la política y la condición de la mujer.
Escribió “La ciudad de las mujeres”, donde describe un grupo de mujeres míticas
o reales cuyas virtudes no superaba ningún varón. Por primera vez, una mujer
tomaba la palabra en defensa de las acusaciones que los hombres les destinaban:
pobreza de capacidad intelectual,
debilidad, avaricia y placer ante la violación, entre otras bajezas. Christine,
fue precursora en lo que se conoce como la “Querella de las mujeres” batalla
intelectual iniciada cuando, con la publicación de “Cartas de la Querella del
Roman de la Rose”, responde a “El Roman de la Rose”, escrito entre el 1200 y
1230 por el poeta Gillaume de Lorris y terminado por Jean de Meung, donde sus respectivos autores hablan de la
mujer como un objeto precioso de ‘su’ amor, el amor cortés, de una erótica
fundada en la sublimación de la dama.
Ya en 1407 durante la
guerra civil, en París, Christine se refugia en el convento de Poissy con su
hija y pintan miniaturas para vender. Es allí donde escribe buena parte de su
obra y el extenso poema a Juana de Arco. Muere al año siguiente, en 1430,
a los sesenta y seis años. “Me parece –dice Christine- que aquellas que
puedan valerse de esta libertad, codiciada durante tanto tiempo, deben estudiar
para demostrarles a los hombres lo equivocados que estaban al privarnos de este
honor y beneficio. Y si alguna mujer aprende tanto como para escribir sus
pensamientos, que lo haga y que no desprecie el honor sino más bien que lo
exhiba, en vez de exhibir ropas finas, collares o anillos.”
Christine, muere un año antes de
que fuera quemada en la hoguera Juana de
Arco. La Doncella de Orleans, ocupa un lugar fundamental en la histórica lucha
de las mujeres. (1412 -1431), fue una niña
campesina francesa que guió al ejército francés en la Guerra de los Cien Años,
contra Inglaterra, y según decía guiada ella misma por designio directo de
Dios. Valiente o iluminada, lo cierto es que Carlos VII de Valois, es coronado
rey de Francia gracias a su intervención. Pero es capturada y entregada a los
ingleses. Más adelante es condenada por
herejía y quemada viva en Ruan, el 30 de mayo de 1831, aunque más tarde fuera
canonizada. En el caso de Juana lucha fue armada, sin pedir permiso a los
hombres porque tenía el de Dios, sin embargo, con Dios o sin él, los hombres de
su tiempo la echaron a la hoguera.
Otra
luchadora de peso, no quemada pero sí guillotinada, es Olympe de Gouges (1748-1793) escritora dramaturga y activista
francesa que en 1791, redacta la “Declaración de los Derechos de la Mujer y de
la Ciudadana”, escribe además controvertidas obras en torno al racismo: “Reflexiones
sobre los hombres negros” y “La
esclavitud de los negros”. Fue su causa en torno a la abolición de la
esclavitud y los derechos de las mujeres, ni los unos ni las otras contemplados
en el lema Igualdad, fraternidad y libertad ni en las leyes implantadas por la
Revolución francesa, lo que la hicieron acreedora a la cárcel en la Bastilla y más
tarde, por salir en defensa de Luis XVI y los girondinos, un tribunal revolucionario la condena y en
Noviembre de 1793, es guillotinada en la Plaza de la Concordia, en medio de los gritos de las mujeres
trabajadoras francesas. Poco antes declaró: “Si
la mujer puede subir al cadalso, también se le debería reconocer el derecho de
poder subir a la Tribuna.”
Un
lema que debiéramos esgrimir porque aun hoy tiene vigencia. Sabemos que muchos
de aquellos casos de mujeres condenadas por esgrimir sus derechos, volverían a
repetirse. Se repiten.
Alrededor
de cuarenta años después que Olympia fuera guillotinada, otra francesa, en
realidad franco-peruana, toma aquellas voces. Flora Tristán, nace en 1804, de madre francesa y de padre peruano, que
era nada menos que hermano del oscuro general Pio Tristán, tan cercano, aunque
en contra, de nuestra independencia
americana. Flora no solo toma la palabra de Olympia y su derecho a la Tribuna.
Toma especialmente la defensa de la condición de la mujer y sus derechos como
trabajadora. Y al divorcio porque había sido abolido y era una ley que
beneficiaba sobre todo a las mujeres que, como ellas recibían maltrato de su
marido y la sociedad. Entre otras obras,
Flora escribe el primer manifiesto obrero, que sus compañeros del movimiento
Socialista no se deciden a publicar. Sin detenerse por ello, con su hija Alina,
ofrecen a vecinos y amistades una venta anticipada y publican la primera
edición, de La Unión Obrera (1943). Luego de denunciar por años los maltratos
de parte de su marido, fue cuando recibió de él un disparo en la calle, cuando logró
el divorcio legal. En la ruina económicamente, y desechada por su familia a
causa del divorcio, deja a sus hijos con una amiga y se embarca en Burdeos
rumbo al Perú. Como “único pasajero mujer” y al amparo del capitán, atraviesa el Atlántico, el cabo de Hornos y arriba a El
Callao donde, en carreta, llega a casa de su familia en Arequipa. Lleva la intención de que fuera reconocido su parentesco y la herencia paterna. Como
carta de presentación ostenta el hecho de que don Simón Bolívar había sido
amigo íntimo de sus padres, testigo del matrimonio y que ella misma había sido
un bebé entre sus brazos. Flora desconocía que su tío Tristán, además de mala
persona y general español, era enemigo acérrimo de Bolívar en la larga lucha
por la independencia latinoamericana. Desencantada y rechazada por su tío, regresa
a Francia y escribe Peregrinaciones de
una Paria. Paria, así era considerada una mujer sin dinero y sin marido. Empieza
entonces su carrera política, su contacto con los socialistas utópicos, realiza
el Tour de Francia y edita su Manifiesto Obrero, que será inspiración y bandera
de los socialistas, sobre todo de las mujeres.
Claro
que ella misma había recibido inspiración de otras mujeres, no solo de Olympia de Gauges sino a través de “La novela de María” y “Vindicación
de los derechos de las mujeres” de la escritora inglesa Mary
Wollstonecraft (1759/1797) con el que se establecieran las bases del
feminismo moderno y convirtiéndola, por aquellos tiempos, en una de las mujeres
más populares de Europa. “La novela de María”, es una crítica de los problemas
que debían afrontar las mujeres, sobre todo los relacionados con el matrimonio. Mary, forma pareja con
William Godwin, uno de los precursores del movimiento anarquista, da a luz una niña y muere. Criada por su padre, en plena adolescencia la niña se
casa con el poeta Percy Shelley, y en poco tiempo se convierte en Mary Shelley,
escritora como su madre y autora de Frankenstein. A simple vista Mary Shelley estaría muy por
debajo del nivel de su madre, en cuanto a la lucha y la escritura. Sin embargo,
podría decirse que aun sin haberla conocido, los conceptos de la Wollstonecraft
habían sido asimilados naturalmente o a través de una minuciosa lectura. Pues, los dejó caer sutilmente en un libro aparentemente frívolo y de
terror. La Shelley considera a la “criatura”, aparentemente el monstruo, un ser
creado por un científico sin escrupulos, el verdadero monstruo, que deja a la
criatura sin educación ni apoyo o comprensión de ningún tipo. El doctor
Frankenstein, crea un ser desvalido que teme acercarse a la gente por su
aspecto e ignorancia, solo aprende algo del comportamiento humano observando
desde esa oscuridad a la que fue arrojado en soledad por su creador. Lo que
hace pensar que Mary Shelley tuvo su propia lucha entre la realidad y el legado
de semejante madre ausente. Pero esta es otra historia. Lo cierto es que la
Shelley escribe inolvidable personaje exitoso, mucho más de lo que aquellos
tiempos escribe su marido el poeta y el
mismo Lord Byron, juez y parte de aquel
juego que les ganó Mary Shelley, la huerfanita.
Con la llegada del movimiento feminista, Mary Wollstonecraft,
que en principio parecía olvidada, fue
recuperada para la lucha por mujeres como Emma Goldman y Virginia Woolf. Otras
dos grandes luchadoras en la Historia de las mujeres.
Emma Goldman fue una anarquista lituana de origen judío, conocida por
sus escritos y sus manifiestos libertarios y feministas (1869-1940) radicada en
Estados Unidos, por lo que es considerada una Anarquista estadounidense,
activista del movimiento sindicalista de ese país. Escritora y de un
humor e ironía fabulosa, nos legó entre otros conceptos, expresiones como: "Si no puedo bailar, no quiero estar en su
revolución", frase que se convertiría en un eslogan feminista de los años 70. Su
ideología radicaba en un fuerte optimismo hacia la naturaleza humana y un
fuerte pesimismo y desconfianza hacia la autoridad. 'Emma la Roja', como la nombraba la prensa, fue
una activista radical que se asignó la misión de despertar a las masas, por lo
tanto se la consideró “la mujer más
peligrosa de América”, claro que por ‘América’ se referían a Estados Unidos.
País que recorrió evidenciando en sus conferencias estar en contra del
Estado, el militarismo y el capital y a favor del derecho a trabajadores y
trabajadores, el amor libre y el uso de anticonceptivos. Por lo que fue
desterrada , a pesar de haber vivido alrededor de cuarenta años en ese país.
Pasó por Rusia y por España durante la guerra civil española. Entre sus obras
escritas esta “La palabra como arma” y “Viviendo mi vida”. Escrita esta última
durante su estadía en Saint-Tropez, donde forzada a la inactividad confiesa: "Descubrí con gran desconcierto que la
vejez, lejos de ofrecer sabiduría, madurez y sosiego, suele ser fuente de
senilidad, estrechez de miras y rencores. No podía arriesgarme a esa calamidad
y empecé a pensar seriamente en escribir mi vida”.
Estoy dando un enorme salto en la historia. Entre
las miles de bellas mujeres que no
podríamos nombrar ni conocer. Me faltó
nombrar, por ejemplo, en la gran Colombia, a Manuela Sáenz, ecuatoriana, (1795-1859) mano derecha de Bolívar, que
empuñó tanto las armas como la pluma a favor de su Simón y de la Patria grande,
pero pasó a la historia solo como su amante y bastante repudiada por ello sin
tener en cuenta una de sus frases de combate: “He nacido bajo la línea del Ecuador, todo el Sur de América es mi
Patria”. Manuela Sáenz contemporánea también en la lucha con Juana Azurduy, y ambas mujeres son
condecoradas por San Martín y Bolívar.
Y otra, contemporánea a Manuelita y a Juana
Azurduy, pero luchadora con la palabra y feminista, educadora, periodista e
historiadora, la argentina Juana Paula
Manso (1819-1875), cuya gran obra de educación fuera opacada, aun hoy, por
la omnipresencia de Sarmiento que, después de considerarla para trabajar a su
lado y con los años, como único elogio manifestó
que “Juana Manso había sido el único ‘hombre’ en todo Chile y Argentina capaz de comprender su propósito en la educación”.
Sin reconocer que Juana Manso había escrito los Anales de la Educación, el
primer manual de historia, novelas varias y el Álbum de señoritas, la primera publicación dirigida a las mujeres
exaltando sus valores, sus derechos y la necesidad de estudiar, trabajar, de olvidar el espejo. O dejar de hacer del
espejo y de la apariencia el único objetivo.
La lista es interminable. Disculpen si me
extendí. Aun así son apenas unos inicios de la Histórica lucha de las mujeres. Tomé algunas al azar, puede que ni
siquiera las más relevantes. Solo unas pocas de las que más me conmueven. Sería
interesante que avancen con este tema
inagotable de las mujeres y sus luchas en los distintos campos de batalla: el
hogar paterno-materno, el matrimonio, la maternidad, los lugares de trabajo, el
de la política y lo social. El de la escritura, agregaría. Y la vida misma que cada
día nos pone a prueba en tantos frentes al mismo tiempo. S.M.
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